Necesitaba hacer ese
viaje. El más duro de todos.
Había estado demasiado tiempo anclada en "La
Casa de los Espejos". Pero en esta casa embrujada no había espejos
cualquiera. Si no miles de rostros, miradas escudriñadoras, ojos avizores,
ojeadas rápidas pero agudas. En todos ellos se veía reflejada. Rastreaban los
movimientos estuviera donde estuviera. Acá, allá, acullá...
Ella les devolvía
la mirada pero en seguida la dirigía al suelo. Perdía el duelo. Bang Bang. Derrotada.
Se desvanecía la poca fuerza que le quedaba.
En esa casa aquellos rostros-espejos
le devolvían siempre una imagen distorsionada.
Nunca era la misma. Si
andaba hacia allí y se cruzaba con ese rostro avejentado de mirada grisácea era
más alargada, si se enfrentaba al rostro juvenil pecoso se veía lejana, si se veía
ante la mirada atenta de ese caballero de repente tenía las piernas más largas
y ancladas firmemente a la tierra, si se enfrentaba al espejo de semblante
serio femenino, su cabeza superaba las proporciones de su cuerpo...
Nunca le devolvían el
reflejo que coincidía con su propia imagen.
Era el momento de romper
todos los espejos. Dejar de verse distorsionadamente reflejada. Era el momento
de mirar hacia el interior. Buscarse. Y ¿encontrarse? Cuál es la verdadera
imagen...
Pero hacerlo ¿qué suponía?... ¿un viaje solitario? O ¿debería encontrarse en ese reflejo que le devolvían los
espejos?
¿Cómo acertar en La Casa de los Espejos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario