miércoles, 7 de septiembre de 2022

El patio, ¿de mi casa?

Los patios interiores guardan una suerte de embrujo. En ellos se detiene el tiempo. El correr de las agujas del reloj queda suspendido al igual que los calcetines y las sábanas en los tenderetes. Sujeto con cuerdas, no avanza. El tiempo para y en las paredes rebotan conversaciones eternas como pelotas. Promesas de pa’siempres de amantes veraniegos. Cantos de señoras que anhelan lo que nunca fueron ni serán. Olor a alpiste de pájaros enjaulados. Toses roncas de hombres que fuman tabaco negro. Acceder a esos esos extraños lugares con el simple gesto de abrir una ventana es darle pausa a un mundo frenético. Ahí no pasa nada, sin embargo está concentrada la esencia de la vida. Las campanadas de las horas en punto y los cuartos. Las palomas anidando. Los gatos en el balcón. Y miles de pensamientos extractos de vidas ordenadas en primeros, segundos, terceros, cuartos, as, bes y ces. Todo, en apariencia, ordenado; y el cielo, en apariencia, cercano.