sábado, 31 de diciembre de 2016

La que espera...2017

Ahora que me han obligado, léase forzado, a una larga espera en el aeropuerto me da por pensar. Esperar. Pensar. Espensar. El que espera desespera y solo hay que echar un vistazo a las definiciones para que nos quede claro lo frustrante que es este verbo:
1. tr. Tener esperanza de conseguir lo que se desea.
2. Creer que ha de suceder alguna cosa.
3. Desear que algo ocurra.
4. Permanecer en un sitio donde se cree que ha de ir alguna persona o ha de ocurrir algo.
5. Parar en una actividad hasta que suceda algo.
Tener esperanza. Creer. Desear. Permanecer. Parar.

Desde luego que no elegiría estos verbos para una película de acción. 
Sería bastante aburrida desde luego. ¿Cómo se plasma en un plano o en una escena eso? Sería difícil incluso para Bergman. 
Fundido negro. Una sala naranja. Chirriante en ocasiones pero cálida al fin y al cabo. Un sofá de metal con rejillas desde el que sale un humo que nubla la vista. No estás cómodo pero podría ser peor. Y a la vez nos gusta la fragancia de ese humo que de una forma u otra nos tiene prendados nos mantiene presos. Así retrataría yo la espera.
Además si os dais cuenta, el verbo lleva implícito el hecho de que un factor ajeno a nosotros es el actor en si. Nosotros somos meros espectadores. Y mira que pudiendo ser una muñeca de acción lo de estar sentada creyendo que soy merecedora de que algo ocurra o alguien se presente o que por lo menos se reanude la marcha, es una basura. Si si, muchas veces me he visto en esa situación y he pegado un respingo reprochándome ser tan mema. ¿Pero qué haces tia?¡espabila y haz algo útil!
Asimismo es como una especie de transacción enfarragosa. Un limbo. Un momento de quietud y aburrimiento que bien encauzado conduce a una recompensa. Bien sea una cosa, una persona, una situación. O un puñetero vuelo. Como había dicho ... Bien llevémoslo (carraspeo) Perdón. 
En estos momentos la vida nos obliga, léase fuerza a que paremos un rato. Nos agarra de la solapa y nos arrastra a sentarnos en la sala naranja. Nos pide q nos concentremos en el ahora. No en las cosas siguientes q tenemos q estar ya haciendo y vamos tarde. 
Y se agradece un remanso de tranquilidad en esta vida loca que siempre acaba despeinándome y sacándome ojeras.
Es un buen momento para priorizar y elegir bien el rumbo. Y no ir como pollos sin cabeza, maldición. A qué viene tanta prisa. 

Por ello voy a aprovecharme de esta oportunidad cual parapente y voy a hacer un vuelo de conciencia. Y así, desde este positivismo más zen no me queda más remedio que parar. Permanecer quieta. Tener esperanza y desear que tengáis una entrada de lujo al 2017. Y creer que será lo mismo de guay para mí.
Al fin y al cabo es lo que llevo esperando todo este tiempo...

sábado, 13 de febrero de 2016

28...tan cerca de los 30 y tan lejos de la madurez...



Pero muy cerca (caliente!caliente!) de encontrar el tesoro tras una larga búsqueda. A puntito estoy. Como a punto de llegar nadando al final del horizonte del mar. Sin embargo ha habido algún que otro tropiezo en el barro, aproveché para exfoliarme un poco la piel que ha visto 10227 amaneceres. No hay mejor antiarrugas que la sonrisa para las patas de gallo. Cada día mejoro el arte de saber reírme de mí misma. Los defectos aparecen como topos asomando sus ojos chinitos y me hacen reír tanto que a veces hasta se ríen conmigo. Porque el humor es esencial para amar. Y amar es parte del secreto de la felicidad. Pero no el amor romántico que sólo aparece en las pelis de Disney. Que, ¡cuidado!, aún influyen en mi caminar. Ya te vale Walt. Yo os hablo del amor por disfrutar, saborear y abrazar cada instante. El tiempo no es que vuele, es que viaja a la velocidad de la luz. Einstein, ¿me lo explicas mejor? Amor por esos momentos a solas en la punta del monte en los que frente a frente te miras y te preguntas ¿qué tal te va la vida? ¿Qué cambiarías? ¿Qué dejarías tal como está? ¡CAMBIA! Siempre a mejor. Amor por cultivar y regar las relaciones que van surgiendo por azares del destino, para que echen raíces y enriquezcan la paleta de colores de lo vivido. Grandes amistades para echar cañas y cantar rancheras y echar irrintzis. ¿Pintamos un rato con los dedos de las manos? Amor por saber abrazarte cuando eres demasiado duro contigo mismo y regañarte cuando la has cagado. Mejorar. Evolucionar. Amor por cultivarte a ti mismo, aprender algo nuevo: quizás un idioma,  quizás a hacer sushi. Y amor por hacer travesuras, despeinarse un poco de vez en cuando, porque estoy tan cerca de los 30 y tan lejos de la madurez...  Y sí señores ni Punset lo diría mejor "la felicidad está en la sala de espera de la felicidad" (ahora que lo pienso, sí que sí lo dijo él). Así que... ¿por qué no bailamos un rato? 

martes, 5 de enero de 2016

La feminista que se volvió machista. O...

Hace unos cuantos días sentí la gran necesidad de escribir sobre un tema que me tiene un poco mosqueada. Por no decir cabreada. Sin embargo con el transcurso de los días fui archivándolo en mi mente como un asunto que me concierne a mí y sobre el cual vuelvo de cuando en cuando a reflexionar hacia mis adentros. En algún que otro arrebato de sinceridad expongo mi opinión con alguno de mis allegados y poco más. Tampoco es plan de ir proclamando nuestras opiniones a diestro y siniestro. A fin de cuentas, ¿a quién coño le importa?

Sin embargo,  a colación del vestido de la Pedroche en las campanadas dicho tema explotó en mis morros con una energía impresionante. Y una entrevista, en la que mi idolatrada Meryl Streep me susurraba que cumpliera con mi parte, me empujó a esto que a continuación leeréis. El que quiera, el que no que ponga la tele que últimamente no tiene desperdicio. O leed un libro, leñe. A lo que apostillo "cualquier opinión vertida en este artículo es responsabilidad de la señorita que está aporreando el teclado en este preciso momento. Para cualquier denuncia, reproche (repedroche, ¡chistaco!), crítica o reclamación (o aplauso!) depositen sus comentarios abajo".

Para sincerarme totalmente confesaré que siempre me han chirriado los discursos que abogan que hombres y mujeres son iguales. Porque no lo son. Yo no me siento un hombre. Al igual que sé, que mi hermano no se siente mujer (excepto cuando llegan carnavales que le da por ponerse mi ropa y disfruta de lo lindo, no me odies por esto bro!). Ni física, ni química, ni biológica, ni científicamente somos iguales. Punto. En donde realmente alberga la riqueza de este mundo es en la DIVERSIDAD. Y no hay conjunción más armoniosamente dispar que el hecho de ser del sexo femenino y del sexo masculino. Lo que sí defiendo a capa y espada es que TODOS (plural neutro que engloba por definición a las y los) tengamos los mismos derechos.



Hasta ahí una parte aclarada, y diréis, mira esta qué lista. Si eso es lo que defiende el feminismo. Que no te enteras. Efectiviwonder. Y qué fama tiene el feminismo. Por culpa de discursos igual de poco justos hacia el sexo masculino. "¡Oh dios mío una hembra cabreada más!" "¡Haced un grupo de fans en Facebook y tan contentas!"; "¡Ya vale de tantas quejas, que sois más libres que nunca!", bla, bla, bla.

Really?...


Humildemente, os hablaré desde mi perspectiva que me define como una mujer heterosexual joven que vive en Europa, el "primer mundo" (millones de comillas). Puedo hablaros de lo que siento desde esta definición. Jamás podré hablar desde la perspectiva de un hombre, porque no lo soy. Punto.

Para empezar,  como no hay mejor explicación que un buen ejemplo relataré un episodio de mi vida como una mujer heterosexual viviendo en Europa.

Trabajo como técnica de cines-teatros. Una vez asistía COMO TÉCNICA a una charla de hombres del mundo ganadero. Puntualizo lo de la temática porque no pude sentirme más diferente de una vaca lechera. Los ponentes necesitaban micros y toda la parafernalia para una buena exposición. Trabajo que perfectamente cumplí como buena técnica que soy. Bien, todo estaba dispuesto para que ellos se dedicaran a su presentación sobre el consumo de la carne, la subida de precios del pienso y demás menesteres. 
Pues uno de ellos, que casualmente llevaba el micro, la voz cantante y tal (al que todos cómplicemente rieron las gracias) me regaló una tarde de los más amena. "Que si el micro está apagado, ven a encenderlo para que nos alegres la vista". "Que si ya no nos hace falta, ven a desenchufarlo y así todos contentos". "Mira el cable, mejor agáchate a recogerlo mejor", "Con chicas así da gusto".

Mirad! ¡Yo soy la del lacito tricolor! ¿A que salgo favorecida en la foto? I am COW. I am HAPPY.

Muchos pensaréis, pero bueno mujer... encima de que te echan piropos te quejas. Bien, me pregunto yo cuántos TÉCNICOS HOMBRES habrán tenido "la suerte" de que su trabajo se resuma en pasearse para un público del sexo opuesto que admira sus habilidades, cualidades y/o facultades, no como TÉCNICO si no como un mero ejemplar del sexo masculino. Momento reflexión.

Miles de ejemplos se pueden añadir a este artículo, infinitos, inabarcables, inagotables. Es difícil ponerse en el lugar de una mujer siendo un hombre. Lo sé. Para eso os he regalado ese MOMENTO REFLEXIÓN. Y además añadiré que reírle las gracias a este tipo de actitudes duele igual que el hecho de cosificarnos cual carne de vacuno. Y de nada sirve intentar demostrar lo listas, inteligentes, lo increíblemente capaces, resolutivas, profesionales, competentes que somos.  Porque para ello la sociedad tiene que cambiar. Y según mi negativismo surgido a raíz de mi corta experiencia, eso está muy lejos de pasar.

Imaginaros mi cara cuando vi por televisión retransmitido nacional e internacionalmente el bochornoso espectáculo surgido en torno al vestido de la Pedroche. Ya no es el hecho de que ella como mujer pueda elegir vestirse lo que le dé la gana (cosa que incluso pongo en duda haya sido totalmente idea suya), si no todo el espectáculo lascivo y vicioso alrededor, los comentarios con doble sentido de su compañero Sobera, el debate surgido en las redes sociales sobre sus bragas o ausencia de ellas...

Para aquel despistado que ha vivido en Marte y no tiene imágenes del momento bochornoso en torno al vestido.

Derrotada preferí unirme a esa corriente de borregos imbéciles. Sintiéndome peor porque en el fondo sé todo lo que conlleva. Infligiéndome a mí misma el mayor de los daños. El que se hace a uno mismo. Me metí en el papel de la mujer machista. Que es igual de malo que el hombre machista. Y así acabé riéndole las gracias a Sobera. Riendo cómplice con mis amigos que agradecían a la Pedroche el primer autohomenaje del año. Acabé sonriendo las gracias al viejo ganadero y sus cómplices. A todas las miradas lascivas hacia mi cacho de carne cuando salgo a correr o a la piscina o al gimnasio. A todos los compañeros de clase que se burlaban porque "cómo va a saber eso, si es una chica", a todos ellos les dedico mi más DOLIDA sonrisa como una machista mujer heterosexual viviendo en Europa.


O... ¿alguien sabe cómo se cambia una sociedad entera?