lunes, 29 de marzo de 2021

Feliz estreno de década papá

 

Hoy estrena década un buen hombre. Según el filtro de mis ojos el mejor en la faz de la Tierra. No exagero,  gracias a él -en un 50%- hoy mis pies pisan las hierbas de esta vida. Nació en el momento en que la señora primavera entró por la ancha puerta, de ahí viene su dualidad. Es a la vez un brote floral como un retoño retraído. Lo mismo puede pasar días sin hablar que recitar a Torquemada en la obra de Galdós sin ningún miedo escénico, delante de los curiosos ojos allegados que se preguntan, -¿pero este hombre hablaba?-. En mitad de una taberna en su pueblo actual arrancó alguna que otra lagrimilla a los que le oyeron recitar los versos de una canción conocida:

Todos los días dicen que sale el sol, yo hoy no lo he visto. Llueve en Bilbao. El día saluda pálido y gris. La noche se fue entre los tejados. ¡Qué solos tu y yo! Abro los ojos y miro cansado. Hay una lágrima que juega en la cara. Ando despacio, ya no te alcanzo. Todos los días dicen que sale el sol, yo hoy no lo he visto.

Y es que él a veces también llueve. Pero llueve hacia dentro. Flemático como si en lugar de haber nacido en la misma meseta central mexicana lo hubiera hecho en plena isla británica. Sin embargo los que tenemos el privilegio de andar este viaje a su lado conocemos de sobra su sensibilidad. Su vena artística por explotar. Sus ansias de tener un molino y hacer collages. Y de cantar ópera cual Plácido Domingo. Plácido podría ser un buen adjetivo para este gran hombre. Él es hogar, remanso de paz y cobijo. Y su humor a mi me hace brotar cascadas de risas a destiempo. Su cualidad es que cuando el mundo está serio, él le toma el pelo con su humor negro pero real. Es lo que hay. Ahí sí le sale lo mexicano, la vida se toma así a carcajadas… ¡aunque pique! Y si no a tragar camote. Me enseña que el miedo está ahí, pero no le invitamos a tomar una cheve con nosotros. Y si lo hacemos, le vamos a vacilar sin descansar. Porque somos eternos y lo que hoy nos parece un revés, es un detalle nimio en la inmensidad de la eternidad.

Le quiero incondicionalmente, con sus silencios, sus distancias, sus desapegos y sus ‘tú sé feliz’. Le respeto porque me enseña humildad, que el trabajo es duro pero da sus frutos, mucho de lo que sé sobre “el clan”, de hacer piña. Su aspecto familiar es tan fucking abundante como todo lo que proviene del continente Ixachitlan. Él me enseña que vale la pena sacrificarse por la familia. Le agradezco todas las decisiones valientes que ha tomado -junto a mi madre- por nuestro porvenir, con una mano delante y otra detrás (ya sabes cuáles, pa). Por acoger con tanto amor a mi madre. La adora…

Me escribía cuentos cuando me dejaba volar libre en mis viajes desde los 10 años. Sabe de mis alas inquietas y siempre las ha soplado para que vuele. De lejos me llega el brillo de su sonrisa orgullosa y sus ojos chispeantes. Esos ojos que me heredó porque de chiquita me decía que desde el espacio sólo se veía la muralla china y los ojos de su hija. Te quiero papá, felices 60. Lo tuve que decir, perdona por tu coquetería, pero es que todos te habían calculado menos años. Sigue siendo ese niño tímido que soñaba con el arte, la cultura, la música, la familia… yo también te mandaré el brillo de mi sonrisa cada vez que un vuelo me lleve lejos del hogar. Aunque para la misma eternidad que tú bien conoces, tú y yo (y todos nosotros) habitamos en un mismo espacio, en el mismísimo centro del corazón. 


 

sábado, 6 de marzo de 2021

Cruda, en pelotas y tolteca.

Hoy quiero hacer un manifiesto al amor y a los toltecas. Porque ambos hablan de lo mismo. Lo dicen claro en sus cuatro acuerdos. Y uno a uno voy haciendo prácticas perennes en la vida, con recaídas y rasponazos en la rodillas y las costillas. Pero no desisto, no tiro la toalla. Sigo feliz con mis gafas de leer y mi L en la luna trasera. 


La primera lección es haz siempre lo que puedas. Con uñas, gasolina, brea y candela. Y dientes si hace falta. Si doy y entrego, lo hago con mi pulso, veleta, tripas y neurotransmisores. 100%, sin medias tintas. Y sé que en eso lo bordo, que llega la noche y me encuentra vencida y sonriente. Y me arropa Morfeo ligera, tranquila y me esparce sueños coloridos. Y promesas de días PLENOS.


La dos, sé impecable con tus palabras. Huiré por ello de los chismes, dimes y diretes y demás aretes y argollas que engarzan falsos diamantes, historias elucubradas por mentes guionísticas a oídos sordos y carentes de autoreflexión. Impecable debe ser el dicho y el hecho. Soy más que nunca fiel a mis principios y a mis guías espirituales que al oído me susurran el camino sin que me de cuenta, a veces los ignoro y es entonces cuando la frente se me arruga y se me enferman las flores en el balcón. Entonces les pido perdón por ser sordomuda y sigo adelante con la mochilita con un libro nuevo. Una nueva anotación en el cuaderno bitácoras de una perenne aprendiz. 


Por la tercera vamos, no te tomes nada personalmente. Que en el día del mundo nosotros somos el micromilisegundo de los miles de millones que lo forman. Porque hay miles de millones de seres. Con miles de millones de historias. Con miles de millones de fantasías. Y  miles de millones de infinitos son los polvos de estrellas esparcidos en la deliciosa tarta del universo. ¿Cómo así te vas a sentir el ombligo del mundo? Nadie hace nada para joder. Sólo somos reflejos unas de las otras, sin tapujos. ¿Qué te dice tu vecina, tu ex, tu amiga, tu familiar con esa actitud que tanto te lastra? Pues espejito, espejito: ESO MISMO es lo que te dice tu sombra. Eres cocreador de eso que tanto te daña. Lo has creado y necesitas a los demás para verlo claro, para que te lo muestren. Escucha, y reverbera. Y abrázate, abrázate y abrázate, ¡joder!


No hagas suposiciones es la última. Oído avizor (y sordo) a las historias que te susurra esa sombra densa y espesa que quiere hacerse con el trono del centro de mando. Haz caso a la esencia que vibra cuando bailas, ves un atardecer y te bañas desnudo en el mar. Esa sabe de los miles de millones de infinitas partículas cósmicas y, es más, sabe que es parte de ellas. Por qué tomarse tan en serio la cotidianidad.  Esas historias son molinos de viento que intentan despeinar un alma en calma, un espíritu salvaje y vibrante. Baila, suda, ríe, ríe, carcajéate, disfruta, folla, lame, saborea, chorrea, corre, cánsate. Y no supongas, no envenenes, quiérete, llénate, disfrútate. Llora cuando lo pida la fuente, pero JODER, no te desparrames ni te cenices que sólo hay un acto. Y el telón está a punto de cerrarse. Aprovecha el minuto de gloria. La ovación llegará cuando marches de aquí con ganas de volver. Y ese poso salpicará a los que hayan andado de la mano contigo.