miércoles, 24 de junio de 2020

Gracias gran niño salvaje.

Quizás porque estamos diseñadas 
para anhelar lo que no tenemos. 
Pero echo de menos tu piel. 
Mi gusto en tu tacto, 
tu caricia en mi mejilla, 
mi frente en tus labios. 
Porque quizás no eras experto en descifrar el mundo 
pero eras el mejor descifrando 
mis enigmáticos laberintos al placer. 
Deliciosos jeroglíficos. 

Estábamos en frecuencias tan distintas 
que distaban de llegar a una emisora común. 
Pero tu música y la mía era tan afín 
que podríamos haber creado melodías deliciosas. 

Venimos de décadas diferentes. 
Cambiamos la quinta...
Yo me quedé con el 7 y... 
Y tú… 
...un 8 que horizontal era el infinito de tu energía. … 

Tu mirada es aún de niño, 
es así como travieso devoras la vida. 
Quizás ella y yo fuimos tan serias contigo 
que intermitentemente dejaste de reír. 
Y eso me parte el corazón. 
Partir con la sensación de llevar la maleta abierta perdiendo trozos de ropa y besos sin regalar. 

Te vi marchar, 
y no he visto nada más bonito que esos andares briosos, rebosantes de brillo y baile. 

Te echaré de menos invariablemente, 
pero estaré feliz de haberme cruzado tan corta e intensamente contigo. 

Tu apasionada mirada que traspasaba mis huesos, 
tu pecho de toro, 
tus líneas perfectas, 
tu vello que me erizaba, 
esos besos… paseos...
...esa bomba atómica del núcleo de tus células y las mías provocando reacciones infinitas en cadena sostenida. 

Ya predije hechicera el tren a ninguna parte que me arrollaría… 

Nos comíamos el mundo con los dedos 
y nos relamíamos gustosos el uno al otro. 
Bailábamos desnudos, 
qué sensación ser más lunáticos que la Luna. 
Tus lunares. 
Tu sabor. 
Todo tú permaneces en un recoveco de mi sonrisa a destiempo. 

Si fueras un ente serías un bosque. 
Salvaje y frondoso. 
Y yo loba feroz me perdí en ti. 

Nos esnifamos los extractos de la vida en una sola noche. 
Y la resaca dura segundos... 
y esos segundos se suman en minutos 
y hasta horas… 
días… 
semanas… 
meses sin ti. 

Sé feliz, gran niño salvaje. 
Siempre tendrás un hueco en mi frío corazón, en mi sombrero, en mi piel de terciopelo que tanto te acunó. 
Sé feliz como solo tú sabes y deja de sufrir. 
El amor no duele. 
Solo da. 
Regala. 
Riégalo. 
Gracias. 
Gracias constantemente.

lunes, 8 de junio de 2020

Simplezas.



Pensaba que era bastante simple hasta que llegó la vida y entró por mi puerta. Qué visita más imprevista. No tenía canapés ni sillones para invitarla a sentar. Pero era una invitada hiperactiva. Cómo revolvía...Y yo que vivía en el limbo de no llevar mochila. Y llegó ella… y me hizo comprender que no era nada elemental. Ni etérea. 
Porque para mí es imposible desligar las pasiones de la mente. Los impulsos de los soliloquios en mi habitación. La frescura y acción, del humo denso y lucubración. 
De lo primero había cajones, de lo segundo arcones.
Pensaba que era sencilla hasta que me dejé llevar por esta lluvia de meteóricos estímulos. 
De personas. Proyecciones. Reflejos. Emociones. Relaciones. Saltos al vacío sin paracaídas.
Había ido hasta entonces muy cómoda sentada en el asiento de atrás del carruaje. Pero decidí tomar las riendas. Y una noche fugaz llevaba a una semana densa. Un camino a una guarida. Un callejón a un acantilado. Y una estrella perdida me estrellaba contra el pavimento de mis heridas. Que se iban acumulando como un caparazón que algunas veces me restaba el color. Pero no la luz. La luz siempre se asoma. 
Curiosa. Insaciable. Inagotable. Viva. 
Sacar energía del vacío para volver a caer en la ruleta de esta lunática invitada. 
Siento tanto. Pienso tanto. Quiero tanto. Amo tanto.
Bienvenida seas vida.