lunes, 8 de junio de 2020

Simplezas.



Pensaba que era bastante simple hasta que llegó la vida y entró por mi puerta. Qué visita más imprevista. No tenía canapés ni sillones para invitarla a sentar. Pero era una invitada hiperactiva. Cómo revolvía...Y yo que vivía en el limbo de no llevar mochila. Y llegó ella… y me hizo comprender que no era nada elemental. Ni etérea. 
Porque para mí es imposible desligar las pasiones de la mente. Los impulsos de los soliloquios en mi habitación. La frescura y acción, del humo denso y lucubración. 
De lo primero había cajones, de lo segundo arcones.
Pensaba que era sencilla hasta que me dejé llevar por esta lluvia de meteóricos estímulos. 
De personas. Proyecciones. Reflejos. Emociones. Relaciones. Saltos al vacío sin paracaídas.
Había ido hasta entonces muy cómoda sentada en el asiento de atrás del carruaje. Pero decidí tomar las riendas. Y una noche fugaz llevaba a una semana densa. Un camino a una guarida. Un callejón a un acantilado. Y una estrella perdida me estrellaba contra el pavimento de mis heridas. Que se iban acumulando como un caparazón que algunas veces me restaba el color. Pero no la luz. La luz siempre se asoma. 
Curiosa. Insaciable. Inagotable. Viva. 
Sacar energía del vacío para volver a caer en la ruleta de esta lunática invitada. 
Siento tanto. Pienso tanto. Quiero tanto. Amo tanto.
Bienvenida seas vida. 

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